Las emociones intensas pueden impulsar el consumo de ultraprocesados y generar picoteos fuera de horario
domingo 15 de junio de 2025 | 6:04hs.
La relación entre las emociones y la comida genera cada vez más preocupación en quienes notan que comen sin hambre real, especialmente en momentos de estrés. La ansiedad, la tristeza y el enojo pueden dar lugar a elecciones alimentarias impulsivas que afectan la salud física y mental. Frente a esta problemática, especialistas brindan herramientas para identificar el hambre emocional y desarrollar hábitos más conscientes.
Según explicó la licenciada en Nutrición Caterine Martínez, es común que las personas recurran a la comida como forma de recompensa cuando atraviesan momentos de malestar emocional.
“Por lo general, todos tenemos un vaivén de emociones todo el tiempo. Suele pasar que cuando nos estresamos o sentimos tristeza o miedo, consumimos alimentos como mecanismo de recompensa o afrontamiento. A largo plazo, esto puede provocar compulsión, sobre todo fuera de los horarios de las comidas principales”.
Además, sostuvo que es clave distinguir el hambre física de la emocional, ya que esta última aparece de forma abrupta y suele estar asociada a alimentos puntuales. “El hambre real suele ser progresiva y aparece en horarios como el mediodía o la noche, y genera sensación de saciedad. En cambio, la emocional aparece de un momento a otro y desaparece recién cuando se calman las emociones. Además, suele ser muy selectiva: buscamos un alimento específico para calmarnos, como ultraprocesados”.
De igual forma, indicó que una de las formas de abordar esta conducta es trabajar sobre la causa del malestar, incorporando acompañamiento profesional y hábitos saludables.
“Lo primero es tratar de identificar la causa del estrés. Buscar ayuda profesional, como un psicólogo, y gestionar mejor las emociones. En lo nutricional, consultar con especialistas para elegir alimentos más reales y naturales”.
En relación con otras prácticas cotidianas, comentó que incluso el consumo de bebidas como el mate puede transformarse en un hábito que responde al estado anímico.
“Siempre hay que buscar una actividad que nos guste. Algunos largan la ansiedad con ejercicio físico, otros a través de manualidades o pintura. Cada persona debe encontrar qué le funciona mejor”, comentó Martínez.
En sintonía, remarcó que también influyen el entorno, la familia y la disponibilidad de alimentos en el hogar, factores que condicionan las decisiones que se toman a la hora de comer. Por su parte, planteó que el deseo por lo dulce o el impulso de picar entre comidas puede ser reemplazado por opciones más sanas sin resignar placer.
“Consumir demasiados ultraprocesados aumenta la inflamación celular y puede causar más ansiedad e incluso depresión. Por eso, cuanto más naturales sean los alimentos, mejor”, remarcó Martínez.

